martes, 15 de noviembre de 2011

San José de Apartadó, Comunidad de Paz




Conocer a Noelia Tuberquia Salas y a Jesús Emilio Tuberquia Pata es como cambiar de planeta. En el IES Herrera Oria nos han hablado esta tarde a varios grupos escolares de Amnistía Internacional de su Comunidad de Paz de San José de Apartadó, en Colombia.

Suena bien eso de "Comunidad de Paz" a nuestros oídos idealistas. Pues bien, parece que en su entorno molesta por subversivo. Tanto que de todas partes les llueven palos, amenazas... muerte. El gobierno y los paramilitares los acusan de guerrilleros, los asaltan, los acosan. La guerrilla, los FARC, los atacan por no unirse a ellos en su lucha armada. Total, doscientos muertos en quince años a manos de unos y otros.

Pero ellos resisten apegados a su terreno, del que no quieren moverse. Son campesinos y han decidido permanecer en sus tierras, resistir a las presiones de todo tipo, incluso monetarias. "No nos interesa la plata", dicen. Hay muchos intereses que pretenden hacerlos desplazarse. Es un suelo rico en oro, en petróleo, en carbón, en bosques. También el agua es codiciada para privatizarla. Grandes empresas, como Coca Cola andan detrás.

Viven en pequeños agrupamientos de veinte o treinta familias, denominados veredas, casi inaccesibles, que apenas disponen de equipamientos después de que les hayan destruido lo poco que tenían, pero ellos no abandonan: "Nos desplazan de la tierra, nos mandan a las ciudades; allí también nos matan."

Muerte por todas partes, a personas de toda edad, a la hija de tres años que perdió Noelia hace ocho. Pero ellos no desean venganza, ni tampoco quieren las indemnizaciones que el gobierno colombiano ofrece, y que están pervirtiendo a tanta gente.

Quieren paz.

Quieren vivir tranquilos, con sencillez, alejados de las armas. "Quien recurre a la muerte se deshumaniza. Un ser humano menos es una degradación de la sociedad humana"

Vienen ahora de recorrer Europa, de buscar que les apoyemos aquí "para poder mantenerse allá". La solidaridad internacional permite su subsistencia. Si no, habrían terminado ya. Su Comunidad de Paz sería sólo un recuerdo: sólo unos nombres más escritos en esas piedras que se amontonan en el centro de la comunidad para que nadie olvide, porque para ellos es importante custodiar la memoria de los que han caído.











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