lunes, 26 de enero de 2015

Día de la Paz

Se acerca el 30 de un mes en que el mundo se ha estremecido por el terrible atentado a la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo y, acto seguido, por el secuestro en un supermercado judío, también en París.
Otra vez clamaremos por la paz y la no violencia, mientras en el mundo continúan los conflictos que enfrentan a seres humanos y provocan víctimas a diario. 
 "Tristes guerras, tristes armas, tristes hombres, tristes, tristes, tristes", lamentaba Miguel Hernández y canta Vicente Monera.
Por eso el Texto de esta semana, de Nicolás Guillén, No sé por qué piensas tú ( de Cantos para soldados y sones para turistas, 1937. Tomado de “Botella al mar. Antología poética”. Biblioteca Teide, 2009)
No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.

Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?

Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.

Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú, 
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.

Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
adónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!


sábado, 17 de enero de 2015

Homenaje a Ignacio Campal.

   Y en este mediodía de viento gélido en San Lorenzo, ante la Conserjería que fue su recinto, nos hemos juntado un buen número de 'personas' de todas las edades para recordar a Ignacio. Sobre un caballete, un marco con una fotografía en la que aparece él, amable y sencillo como lo evocamos, y otras junto a profesores y alumnos. Y, además del poema 'Retrato', de Antonio Machado, un texto de su, nuestro, amigo Román, que glosa lo que Ignacio fue:
"Siempre vivirá en nuestros recuerdos. 
Fue de las pocas personas  que creía en los seres humanos, 
que deseaba para todos la felicidad y que lo daba todo por ello, 
que fue pobre para que otros fuesen más afortunados que él."

   Algunos hacía tiempo que no pisaban el Instituto, por estar ya jubilados. Otros convivimos en él día a día, cada uno en su puesto. Muchos no tuvieron ocasión de conocerlo, pero se han acercado atraídos por lo que esta semana han oído hablar de él.
   Ha sido un acto sencillo, pero cargado de la emoción de recordarlo.
   Con permiso de sus autores, dejamos constancia aquí de las intervenciones que se han sucedido:

"PRESENCIA DESDE LA LEJANÍA
   Amigo y compañero Ignacio: 
   Ya ves que me presento al sencillo y entrañable acto de una placa conmemorativa a tu nombre en la que fue tu casa (ampliada ahora a unas espaciosas aulas) durante el desempeño de tu labor en este I.E.S. JUAN DE HERRERA. 
   Ya ves que me presento con el alma y con el corazón, pues, a esta hora, mis compromisos ineludibles me fuerzan a estar a kilómetros de este lugar. Pero mi espíritu, al igual que el tuyo, se encuentra aquí, donde otros amigos y compañeros, amigas y compañeras, se han dado cita en torno a tu noble recuerdo. 
   Me fluyen a la mente, como a borbotones, retazos de tu semblanza. Pero a riesgo de ser injusto, por lo parco, en la memoria de tus virtudes, así, a vuela pluma, permíteme recordar tu disposición natural a ser servicial con todo el mundo. Tu afán de adornar de cálida y respetuosa amistad el frío cumplimiento de las obligaciones, dando como resultado que te excedieras generosamente en tu trabajo, sin reparar en sacrificios por tu parte, y en solicitudes abusivas por parte nuestra, por parte mía. Y si el esfuerzo disciplinado es condición indispensable en un centro de estudios, que es también centro de convivencia, ahí estaba tu disponibilidad y tu participación casi siempre callada, cuando de festejos se trataba. Por la parte que me toca, no puedo olvidar tu colaboración en las excursiones escolares de fin de semana o de días festivos organizadas en los estudios nocturnos, así como en todo tipo de actividades culturales. Tu vena de filómano afluía cuando te arrimabas a mi acordeón y, con leve movimiento de la mano y de la cabeza, acompasabas las notas de canciones que animabas al ritmo del teclado. 
   Como broche final de toda una vida, no puedo olvidar tu ejemplaridad a la hora del adiós. Esa conformidad serena con el destino, en tu caso acompañada de profunda fe, más allá del encomio, me resulta radicalmente aleccionadora. Perdona mi pedantería, pero se me antoja digna 'praxis' de aquello en lo que meditó y admiró JORGE MANRIQUE en sus 'coplas'. Por eso, amigo y compañero Ignacio, ante la pena por tu ausencia, pero teniendo muy presente la rica trayectoria de lo que fue tu vida, permíteme que, plagiando al poeta, concluya diciéndote que 'dejonos harto consuelo tu memoria'."
JESÚS FERNÁNDEZ


   "No quiero recordar del dolor que llevaba en su mochila Ignacio, ni los últimos meses de su vida, ni su terrible enfermedad, ni lo impotente que se sentía uno para intentar lo ya inintentable. 
   Yo recordaré siempre un Ignacio stendhaliano:
   'El mantenimiento de un yo sagrado y puro'. Eso significa que un ser humano como él no era capaz de estar alejado de cualquier tipo de complicidad, tampoco de cualquier tipo de desolación causada por el dolor humano y siempre estuvo alejado de cualquier deformación producida por el odio, del rechazo de nadie. 
   Él tenía apartamientos impuestos en la casita del conserje, porque era un hombre que nunca quiso estar solo. 
   No se contagió de la peste, ni allí ni en su trabajo, ni con sus amigos, ni en el dolor. Siempre salvó, en su frágil barca de la vida, todo lo que merece la pena ser rescatado, esto es, si lo llamamos por su nombre teológico correcto, el alma inmortal."
ROMÁN


   "Un hombre que sin aspavientos fue capeando el temporal de la vida con sencillez, como pensaba Machado: 
... Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre...
Y ese pareció ser el afán de nuestro Ignacio, ser hombre para los demás. 
...Algo inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere... dice el poeta.
   Es lo que hoy quiero decirte, querido Ignacio, que algo se nos murió dentro del alma con tu marcha. Solo espero que nos encontremos en el largo paseo de la eternidad y volvamos a reír y a llorar, que es lo que pasa con este vivir y con este morir."
EDUARDO TRINCHANT


"SIGNIFICADO DE LA PLACA, DEL ESPÍRITU Y DEL LEGADO VITAL DE IGNACIO:
   A este edificio, posiblemente de forma involuntaria, y a lo largo de estos últimos años, se le ha denominado edificio "Supernuevo", en relación a su reciente construcción, nombre que incluso nos podría  evocar la personificación de un superhéroe norteamericano como Superman o Spiderman, porque tal vez  lo urgente no nos ha permitido abordar lo importante, y este homenaje a Ignacio era importante y merecido, puesto que ha dejado una destacada huella, tanto en el Instituto como en quienes tuvimos la suerte de conocerle.
   Dar nombre al edificio mediante esta placa es una forma de valorar lo que representó Ignacio por dos motivos: por el hecho de levantarse en el espacio que ocupaba su pequeña casa de conserje y por su trayectoria de servicio y de entrega a la Comunidad Educativa a lo largo de veintitrés años. 
   Así, los alumnos y profesores actuales, y los que formen parte del centro en el futuro, podrán decir: " vamos a la clase de Matemáticas, a la de Lengua, a la de Geografía, a la de Inglés,.. que se encuentra en el edificio de Ignacio", con lo que reforzaremos su espíritu. El espíritu de Ignacio nos acompaña y deambula por los pasillos entre nosotros y, en  ocasiones, se manifiesta cuando observamos gestos de amistad, de bondad, de ayuda y de predisposición hacia el otro, sin distinguir si es alumno, profesor (desplazado, interino, en expectativa o definitivo), si es conserje o administrativo…que solo sabe de personas, y que además no hace muchas preguntas, ni pide explicaciones, pues posee una actitud gratuita, ya que trata de servir a los demás sin esperar nada a cambio, que busca comprender a las personas y hacerlas un poquito más felices.
   De esta forma, podríamos dar continuidad a esta sencilla, pero importante clase magistral que nos ha impartido y legado Ignacio, pero esta vez sin necesidad de programación, ni de  tiza, ni tampoco de proyector, ni de pizarra digital, incluso sin aula, Tan solo señalar, a modo de ejemplo,  los apuntes elaborados de forma diaria en su pequeña libreta en la que reflejaba lo que él definía como “servicios”, que no tenía otro fin que cubrir las necesidades burocráticas o personales, tanto para alumnos como para profesores o para otros compañeros, y que él solía cumplir puntualmente.
   Todo esto nos lo ha transmitido a través de su vida, con sus actitudes y  su entrega en el tiempo en que estuvo entre nosotros. El contenido de esta clase magistral estuvo cargado de valores humanos que debemos interpretar,  tratar de asimilar e incluso transmitir.
   El que estas señas de identidad y estos valores perduren en el tiempo, ahora depende de todos nosotros." 
ISIDRO


   También ha hablado Delia sobre la ayuda imprescindible de Ignacio en tantísimas gestiones burocráticas. Y ha recordado cuánto la impresionó lo que comentó Ignacio después de contarle a lo que lo había llevado su ayuda a un amigo: "Para mí, es más valiosa la amistad que un piso".

   Todos los asistentes hemos escuchado en silencio y con emoción las palabras de unos y otros, que refrendábamos con sus aplausos. 
   Finalmente, hemos salido al patio y, colocados frente a donde estuvo la puerta de su casa, Ramón, el Director, ha descubierto la placa fijada en ese muro para recuerdo de todos. 






domingo, 11 de enero de 2015

IGNACIO CAMPAL, UN SER HUMANO FUERA DE LO NORMAL

   A Ignacio le gustaba, lo que más en el mundo, estar acompañado y ayudar a la gente.
   Y viajar por viajar, sobre todo para probar los trenes. En tiempos en que no existía internet y en los posteriores en que no era común su uso, él siempre estaba informado del mejor trayecto, del mejor medio de transporte. Y si no recordaba el horario, echaba mano a su bolsillo y consultaba sus papeles hasta dar con la respuesta.
   Y le gustaban las gestiones administrativas: no había oficina en la Comunidad de Madrid donde no lo conocieran. En un cajón guardaba impresos insospechados, de esos que requieren largas colas para conseguirlos: ayudaba a cumplimentarlos y se ofrecía a presentarlos para hacer el favor a cualquiera.
   Disfrutaba de las excursiones; como trabajaba en el turno Nocturno, se apuntaba a todas las que podía por la mañana o en fin de semana, ya fuera a visitar un museo, una mina, a ver una obra de teatro o a escuchar un concierto, cuya música acompañaba con la cabeza y con las manos cual si fuera él el director de la orquesta. 
   También le gustaba la literatura, como nos demostraba en las tertulias nocturnas del Día del Libro. Sobre todo coleccionaba novelas policíacas, y las de Julio Verne, que donó a la Biblioteca del Instituto en un arranque más de filantropía.
   Si había que quedarse montando una exposición hasta las tantas de la noche, contábamos siempre con Ignacio, que aparecía cargado de fotocopias y de refrescos con que nos lo hacía más llevadero. Nunca se quejaba, aduciendo que él de todos modos tenía que hacer su ronda última cerrando las aulas y recogiendo papeles.
   Solo comía si alguien lo acompañaba, y al menor descuido, se adelantaba a ser él quien invitaba en los restaurantes. Le apasionaban los dulces y la conversación, en la que siempre introducía expresiones que solo usaba él: no hablaba de la gente, sino de "las personas" y su máxima era que "hay que ser amable". Don Amable fue un título que le asignaron y que lo retrata tanto como el verso de Machado que leímos en su despedida:
"... más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno." 

   Ignacio Campal Guallart, un hombre con estudios, que había trabajado en RENFE y había tenido cargos en gestoría, era conserje. "Trabajó y vivió para el IES Juan de Herrera con entrega admirable de 1985 a 2008." 
   Ese es el texto de la placa que desde esta semana se verá en la que fue su casa durante esos veintitrés años, Ya han pasado seis y medio desde que murió. Los médicos adujeron como motivo un cáncer, pero la causa cierta fue que tres años antes le habían obligado a jubilarse, a abandonar el Instituto al que se había entregado durante más de dos décadas. A pesar de que habíamos recogido numerosas firmas para que no se cumpliera esa dura sentencia laboral y consiguió ser readmitido, la pena que ese largo proceso le supuso y la de que llegaría el momento irreversible de dejar su puesto, acabó con él.
   Y en sus últimas semanas, ya con el diagnóstico maldito de la cruel enfermedad, fuimos conscientes del extremo al que lo había llevado su bondad: Ignacio, hombre generoso sin límite, desprendido hasta lo que no es imaginable, no tenía nada más que deudas. Lo había dado todo. No disponía ni siquiera de lo mínimo para pagarse una residencia donde le prodigaran los cuidados que su mal demandaba. Las "personas" se volcaron con él para que estuviera bien atendido, para acompañarlo. Pero pudimos hacerlo durante muy pocas semanas, pues falleció poco después, respondiendo al pie de la letra a la última estrofa del mismo poema, "Retrato", de Machado:
"Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, 
me encontraréis a bordo ligero de equipaje, 
casi desnudo, como los hijos de la mar."


   También en su memoria, este otro texto de Machado se convierte en nuestro "Texto de la semana":

OTRO VIAJE
Ya en los campos de Jaén,
amanece. Corre el tren
por sus brillantes rieles,
devorando matorrales,
alcaceles,
terraplenes, pedregales,
olivares, caseríos,
praderas y cardizales,
montes y valles sombríos.
Tras la turbia ventanilla,
pasa la devanadera
del campo de primavera.
La luz en el techo brilla
de mi vagón de tercera.
Entre nubarrones blancos,
oro y grana;
la niebla de la mañana
huyendo por los barrancos.
¡Este insomne sueño mío!
¡Este frío
de un amanecer en vela!…
Resonante,
jadeante,
marcha el tren. El campo vuela.
Enfrente de mí, un señor
sobre su manta dormido;
un fraile y un cazador
—el perro a sus pies tendido—.
Yo contemplo mi equipaje,
mi viejo saco de cuero;
y recuerdo otro viaje
hacia las tierras del Duero.
Otro viaje de ayer
por la tierra castellana
—¡pinos del amanecer
entre Almazán y Quintana!—
¡Y alegría
de un viajar en compañía!
¡Y la unión
que ha roto la muerte un día!
¡Mano fría
que aprietas mi corazón!
Tren, camina, silba, humea,
acarrea
tu ejército de vagones,
ajetrea
maletas y corazones.
Soledad,
sequedad.
Tan pobre me estoy quedando
que ya ni siquiera estoy
conmigo, ni sé si voy
conmigo a solas viajando.