domingo, 9 de junio de 2013

Teatro y pedagogía

"Desde muy pequeña yo supe que quería ser actriz. Como a todos los niños, me encantaba imaginarme siendo mil personajes: jugaba a ser enfermera, bombero, bailarina,... y el trabajo de actriz era la situación perfecta para poder ser todos ellos, para vivir otras vidas. 
Me veía siendo estrella de cine. Pero un día mis padres me llevaron al teatro. ¡Tenía a pocos metros nada menos que a Drácula! Me sentí fascinada por ese mundo desde aquel mismo instante.
Ahora, cuando subo al escenario, se me olvida la realidad: me meto en el personaje y ya no soy yo, igual que quienes actúan conmigo no son en ese instante mis amigos, sino los personajes que representan."

Así hablaba Flavia en la mesa redonda sobre las bondades pedagógicas del teatro, que culminó un día especialísimo en el Instituto durante todo el sábado pasado. Junto a ella, Lucía y Alba, las protagonistas de La señorita Julia. Antes que ellas había hablado su profesor, Jorge Rello, y también Concha Párraga y Paulo Alexandre, actores de Títere Teatro Urgente, que tuvieron la amabilidad de acompañarnos toda la jornada.

Concha y Paulo pusieron sobre la mesa todo lo que el teatro toca: responsabilidad y compromiso de cada actor con uno mismo, con el resto del equipo y con el espectador; disciplina, empatía con el personaje que se interpreta, resolución de conflictos, conocimiento de las posibilidades del propio cuerpo, autoestima, superación de obstáculos...

Hubo consenso en que debe darse la importancia que merece a la actividad teatral, puesto que trata aspectos curriculares como la lectura comprensiva, el enriquecimiento léxico, la expresión oral, el ejercicio de la memoria, la capacidad de improvisación, los recursos de una comunicación efectiva, y que, evidentemente, acerca a la época histórica, a la sociedad reflejada en cada una de las obras, lo que conlleva un aprendizaje profundo de materias que el alumno, tanto el actor como el espectador, no asimila con la misma profundidad por medio del mero estudio en la asignatura correspondiente.

El profesor se preguntaba qué nota valoraría en justicia el trabajo de todos sus alumnos; cómo calificar el entusiasmo con que habían acudido gustosos al instituto ¡en sábado!, para mostrar su trabajo. Preguntados ellos, respondieron que no estaban allí por la nota, sino por el placer de representar las obras que les había llevado meses preparar.

Obras, por cierto, de enjundia, aunque fueran adaptaciones: Las tres hermanas, de Chéjov, La escuela de las mujeres, de Molière, y La señorita Julia de Strindberg. Nada menos. Elegidas las tres por presentar todas ellas situaciones de mujeres sometidas por varones: tres hermanas impedidas de lograr sus sueños por la acción negligente de un hermano que es el cabeza de familia al faltar el padre; una mujer educada intencionadamente para ser inculta, para no tener voluntad, para ser sumisa con el marido; una joven instruida, que pierde la voluntad ante su propio criado. Tres autores de épocas muy diferentes (siglo XVII, finales del XIX y principios del XX), que llevan a escena la condición femenina de su tiempo, antecedentes de las tremendas situaciones de violencia de género que salpican de horror nuestros días. Por eso el título de la jornada: Teatro contra el maltrato.

Los alumnos, entre obra y obra, nos hicieron pensar sobre ello mediante sus variadas creaciones: breves actuaciones, o presentaciones audiovisuales con textos de prensa, canciones o poemas recitados por ellos.

Era la muestra viva de otro aspecto que en la mesa redonda se trató: el teatro y la expresión creativa como medio para hacer pensar, que no deja indiferente, que conmueve, que da lugar al debate. Que complementa otras actividades que hacen ver a jóvenes y a adultos que la violencia de género empieza en el trato desequilibrado entre los sexos, ya desde la infancia y tan tristemente repetido entre los adolescentes.

Terminamos el coloquio comentando lo emocionante que había sido ver la cohesión entre el grupo, la alegría de los ensayos de meses, la preocupación por el trabajo bien hecho, la importancia de todos y cada uno: actores, apuntadoras, teloneros; quienes se ocupaban de imagen, música y luces; los autores del precioso decorado (el grupo GES y su profesora, Patricia Sainz de Gustín); los alumnos del PCPI que habían conseguido que los focos funcionaran al servicio de cada escena, bajo la dirección del profesor Julio Corral...

Fue un día grande para estos chicos y chicas, para sus familias, profesores y amigos que acudimos a verlos. Consiguieron que el teatro nos uniera en emociones y nos llevara a pensar otra vez sobre la relación entre mujeres y hombres, y sobre otras maneras de pedagogía.

Gracias, Jorge, por tu trabajo, generoso y tan fructífero.

Las tres hermanas, de Chéjov, en adaptación de Encarna Fernández Gómez
La escuela de las mujeres, de Molière, en adaptación de Encarna Fernández Gómez
La señorita Julia, de Strindberg en adaptación de Encarna Fernández Gómez

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