domingo, 9 de octubre de 2011
Tomas Tranströmer. Premio Nobel de Literatura 2011
El jueves pasado se desveló que recibirá el Premio Nobel de Literatura este año 2011 el poeta sueco Tomas Tranströmer.
Como no habíamos oído hablar de él hasta ese día, buscamos información sobre su obra. Y nos encandiló el titular de una entrevista publicada por El País: "Un poema no es otra cosa que un sueño en la vigilia". En ella habla sobre su relación con la poesía.
Encontramos también en la versión digital de El Cultural, un excelente artículo sobre este autor, Rima interna, por Martín López-Vega, del que destacamos estas palabras:
"Un poema de Tranströmer descompone un instante del mundo, separa cuidadosamente las piezas para luego volverlas a colocar en el mismo lugar. Después de esa operación, claro, el mundo no es el mismo: ahora sabemos la importancia no sólo de la existencia de cada pieza, sino de la importancia de que esté exactamente en ese lugar; y sabemos lo que ocurriría si una sola de esas piezas faltase. Tranströmer además siempre hace una pequeña trampa: todo lo recoloca a la misma distancia, pero mínimamente desplazado con respecto a su posición original. Y entonces nos ha cambiado la luz, y nos deja con la sensación de que todo, todo, es sospechoso de algo. De poder enseñarnos algo sobre nosotros mismos, por ejemplo."
Pues bien, para no faltar a la actualidad, proponemos como Texto de esta semana estos dos poemas de la antología de Nórdica Libros:
ARCHIPIÉLAGO OTOÑAL
Tormenta
DE pronto, el caminante encuentra aquí el viejo,
enorme roble, como un alce petrifi cado con su interminable
cornamenta, frente a la fortaleza verdinegra
del mar de septiembre.
Tormenta nórdica. Es el tiempo en que
los racimos de serbas maduran. Despierto en la oscuridad,
oigo a las constelaciones piafar en sus establos,
en las alturas, sobre los árboles.
LAS PIEDRAS
OIGO caer las piedras que arrojamos,
transparentes como cristal a través de los años. En el valle
vuela la confusión de los actos
del instante, vociferantes, de copa
en copa de los árboles, se callan
en un aire más tenue que el presente, se deslizan
como golondrinas desde una cima
a otra de las montañas, hasta
alcanzar las mesetas ulteriores,
junto a las fronteras del ser. Allí caen
todas nuestras acciones
claras como el cristal
no hacia otro fondo
que el de nosotros mismos.
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