sábado, 3 de marzo de 2012
8 de marzo. DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER. Texto de la semana
Buscando un texto para la semana en que se celebra el Día de la Mujer Trabajadora, hemos dado con La mujer esclava, de Henri Gauche, escritor anarquista francés, que escribió esta obra corta de contenido feminista en 1900. En 1907 ya estaba traducida al español y publicada en Barcelona, en la Biblioteca de la revista neomalthusiana Salud y Fuerza (número 14 de esa colección), que impulsaba el anarquista español Luis Bulffi, y que lograba su difusión por las repúblicas americanas de habla española, gracias a la estructura de agentes y representantes que Salud y Fuerza mantenía entonces en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Perú, Cuba y los Estados Unidos del Norte de América.
La mujer esclava, de Henri Gauche, 1900. Traducción de Luis Bulffi de Quintana de 1907.
"Esclava desde tantos siglos, la mujer conserva las costumbres de esclava, el pensar de esclava, los gustos de esclava. Observadla: en la más honesta encontraréis trazas de venalidad, hasta con su marido. Al ofrecerla un vestido nuevo o un regalo cualquiera, veréis que se torna más amable; esto es vergonzoso. Como todos los esclavos, aplaude el éxito, y, al mérito modesto, prefiere las medianías que consiguen notoriedad. Tiene una necesidad malsana de bien parecer, de atraer las miradas; un deseo perverso de dominar, de humillar. Como a los salvajes, le gustan las cosas doradas, las pedrerías, la compostura inútil y embarazosa; horas enteras se pasan frente a los escaparates de las joyerías, mirando cosas feas, pero brillantes; cúbrense de collares, brazaletes, sortijas, pendientes, cintas y de un sin número de cosas que no tienen razón de ser, pero que cuestan muchísimo, agravando con esto la lucha por la vida.
Su tocado es, ante todo, antihigiénico y contraproducente. Lleva plumas en la cabeza, como los salvajes –y como los generales–; como los salvajes gusta de las pinturas corporales; pinta sus ojos, sus labios, sus mejillas; como los salvajes, se deforma y se mutila; agujerea sus orejas para colgar objetos, y gracias a que ha perdido la costumbre de agujerearse los labios y la nariz. Comprime sus pies con zapatos extravagantes, que la imposibilita caminar naturalmente; comprime sus pulmones y su estómago con el corsé, comprometiendo así su salud y la de los hijos que tendrá... ¡si puede! Pero esto poco le importa: en los cerebros que están deprimidos por la esclavitud, la vanidad es más fuerte que todo.
Es necesario que esto acabe. Es necesario que la mujer tome conciencia de sí misma, se canse de su estado presente, se niegue a ser por más tiempo ora una muñeca, ora una sirvienta y siempre una propiedad. Es necesario que sepa que no hay dignidad posible ni moralidad sino en la libertad, en la plena posesión de sí misma. Quiera ser libre, y lo será. La libertad de la mujer sería una gran revolución cuyas consecuencias no pueden calcularse. Sería el fin de las religiones, que sólo subsisten por ella, y por ella tienen aún al hijo y al hombre. Sería el fin de las guerras, que las mujeres detestan porque en ellas perecen tantos maridos e hijos. La adaptación de la mujer a las tareas modestas ha tenido algo de bueno, ya que le ha hecho perder las costumbres brutales y el gusto del homicidio. La mujer instruida, entrando en la vida social, sería el medio más eficaz para la pacificación y el desarme, y no las palabras hueras de los déspotas. Sería el fin de la prostitución, del relajamiento mercenario y vil. Sería el fin del reino de la violencia y del aplastamiento de los débiles por los fuertes. Sería el advenimiento de la piedad y de la bondad.
La mujer libre es una humanidad nueva que se levanta."
- Mensaje del Secretario General de la ONU con motivo del Día Internacional de la Mujer 2010
- INSTITUTO DE LA MUJER. DERECHOS RESPECTO AL EMPLEO Y A LA PREVISIÓN SOCIAL>
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