domingo, 18 de diciembre de 2011

Fernando Ruiz Escrivá de Romaní. In memoriam

Estado anímico. Obra de Fernando Ruiz Escrivá de Romaní

Ha muerto Fernando. El cáncer lo ha tenido demasiados meses sufriendo operaciones y duros tratamientos. ¡Qué terrible enfermedad! Se está llevando a gente buena, demasiada...
Durante un tiempo pensamos que se puede dominar, que la diagnosis está muy avanzada, que los tratamientos son menos agresivos y cada vez más efectivos, pero la naturaleza humana tiene un límite de aguante.
"Mi cuerpo no admite más quimioterapia" escribía en septiembre Fernando, mientras adjuntaba un par de chistes, con ese humor con el que compartía sus creaciones, sus "Fernancosas", su "Cara foltovoltaica", su "Esculjunta"... Tenía tiempo ahora para ello, apartado de las clases, de los alumnos, de las rutinas que tanto le habían agobiado.

Con esa triste noticia en la cabeza, por casualidad, pudimos oir a Antonio Gala en la cadena SER, ayer, 17 de diciembre, quien comentando su propio cáncer, describía ese sufrimiento. Y, naturalmente, pensamos que estas ideas también habrían inundado la mente de nuestro compañero:
"He hecho un esfuerzo tan grande de memoria para olvidar ese horror de las terapias... He hecho tal esfuerzo para olvidarme...

El enfermo de cáncer es un campo de batalla sobre el que se riñe una batalla a muerte entre tres enemigos: la radioterapia, la quimioterapia y el cáncer. Yo no era más que el sitio donde esta batalla se verificaba, y es atroz. Y he hecho tal esfuerzo para olvidar, que tengo la memoria partida. El cáncer es una enfermedad tan rara, tan distinta de todas las enfermedades...
Encaro la muerte de una forma absolutamente natural. He pasado lo peor, he pasado ya el dolor y la vergüenza que producen esos tratamientos, y no creo que la muerte sea dolorosa. Creo que he cumplido la vida de una manera productiva, dolorosa a veces, pero también el dolor es maestro y no me importa morirme."

Fernando, durante su convalecencia, hace un par de veranos, quería dibujar las manos de los ancianos con los que le tocó convivir una temporada. ¿Por qué las manos?
A él, que disfrutó tanto con los poemas de la Tetería de los Prodigios, que la retrató tan magistralmente en blanco y negro, dedicamos el poema de Miguel Hernández (Vientos del pueblo, 1937):

LAS MANOS
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.
Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.
Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.
Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.
Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.

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