¿Cómo cubrir el paréntesis de estos días, tantos ya, en que no hemos avanzado en el blog?
Se me ocurre que reproduciendo al menos los Textos de la semana que sí hemos difundido por correo electrónico, aunque no nos ha dado tiempo hasta ahora a publicarlos aquí.
A propósito de la celebración del Día internacional de la lengua materna, fue un artículo que invitaba a la reflexión, de Jesús Tusón, "Los prejuicios lingüísticos":
“Según diversos especialistas en demografía de las lenguas y en la clasificación de las diferentes familias lingüísticas que pueblan nuestro mundo, a finales del siglo XXI la Humanidad habrá visto reducido su panorama y patrimonio lingüístico prácticamente a la mitad.(...)
Asistiríamos, así, a una cruel contradicción: los humanos somos cada vez más sensibles en lo que atañe a la conservación de las especies vegetales y animales, hasta tal punto que ya algunos gobiernos e instituciones públicas se ven implicados en el mantenimiento de la biodiversidad y, en cambio, demostraríamos despreocupación ante la agonía y muerte de centenares de lenguas, tras las cuales hay (no se olvide) culturas y pueblos, constituidos estos no sólo, ni en todos los casos, por personas de edad avanzada.
Los prejuicios lingüísticos quiere ser, en consecuencia, una apuesta por el respeto mutuo entre los hablantes, por el reconocimiento de la diversidad de las culturas, de las lenguas diferentes y de los grupos que en ellas expresan su manera particular y legítima de ser plenamente humanos: miembros de una misma especie cuyo sello distintivo es la posesión de la facultad del lenguaje, perfecta y plenamente volcada en cada una de las cinco mil lenguas que, todavía hoy, se pueden contar en el mundo.
Y es cierto que las lenguas, idénticas en todo lo que concierne a los rasgos universales que las hermanan, presentan diferencias entre sí: por el número de hablantes, por la orientación de su vocabulario hacia el entorno físico en que son utilizadas, y hasta en lo que se refiere a las circunstancias geopolíticas, tecnológicas y comerciales que las rodean (sin ellas saberlo) y que pueden convertir a unas pocas en moneda internacional, circunstancialmente, claro está, y a la espera de que otras ocupen su espacio y funciones en el futuro.
Estas y otras diferencias, sin embargo, nunca deberían dar pie a las ironías y bromas que nacen de una supuesta superioridad, y mucho menos al insulto y al desprecio con los que se puede llegar a negar el derecho de existencia a otras lenguas y a otras culturas.
Se lo dedicábamos en especial a todos los que están desarrollando esa labor fantástica de interculturalidad en Cantabria, y a los que ponen en valor a los alumnos de verdad bilingües que tenemos en las aulas de la Escuela Pública, para que no pierdan nunca su lengua materna, en la que hablan con sus padres, hermanos, abuelos, amigos.
Y encontramos este enlace que explica la decisión y la necesidad de dedicarles una jornada anualmente, y que ofrece a su vez otros enlaces interesantes sobre el mismo asunto.
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